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Conoce a Quimera, la súper abuela de las pardelas que sigue siendo mamá

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Quimera con su GPS colocado en el dorso ©Pep Arcos-SEO/BirdLife

La iaia, la abuela de las pardelas baleares es un auténtico asombro de la naturaleza. Se llama Quimera y es madre de un pollote hermoso, como de algodón oscuro, a pesar de su venerable edad, pues frisa, si no ha sobrepasado ya, los 40 años.

Una edad de concepción casi al límite para las mujeres, pero que en esta especie de pequeño albatros mediterráneo es todo un récord tanto en longevidad como en reproducción.

Quimera durante el marcaje ©Pep Arcos-SEO/BirdLife

Mallorquina de pura cepa

Quimera fue anillada por un ornitólogo en la colonia de Sa Cella, en Mallorca, en 1986, cuando ya era “adulta” (lo que quiere decir que por lo menos había nacido en 1984).

Esta pardela ha criado en la misma colonia desde entonces, y año tras año (con posibles descansos intermitentes) ha regresado para, entre marzo y junio, sacar adelante un pollo -si había suerte-.

En mayo de 2016 se la marcó con un GPS, para conocer sus movimientos durante el periodo de cría y en 2018 se convirtió en protagonista de un cómic editado por el Govern Balear que dio a conocer de una forma muy original y artística esta especie.

Pero su historia continúa y hace escasos días, el pasado 3 de junio, con 37 años de edad, este ejemplar ha vuelto a ser protagonista de una acción conservacionista, en esta ocasión un novedoso marcaje realizado por SEO/BirdLife.

No estaba sola

Se trataba de mejorar el conocimiento de la costa norte de Barcelona, zona que en años recientes ha mostrado ser un área de alimentación muy importante para la pardela balear, pero también un área de elevado riesgo de capturas accidentales para la especie. Para ello, SEO/BirdLife se propuso capturar pardelas en mar abierto y colocarles dispositivos GPS para conocer sus movimientos y su procedencia.

Entre finales de mayo y principios de junio se capturaron y marcaron 10 pardelas, entre ellas Quimera, que ya llevaba en una de su pata la anilla de control científico. De esas 10, siete han visitado colonias de cría.

Movimientos de Quimera desde su marcaje frente a las costas del norte de Barcelona (3 de junio).

Reinas del Mediterráneo

El trabajo muestra que las aves que visitan esa zona tienen muy distintas procedencias, desde el islote de Tagomago (en el este de Ibiza) hasta Menorca. Y no solo se limitan a alimentarse en aguas de Barcelona. Muchas de ellas se han desplazado posteriormente a zonas protegidas como la plataforma marina del Delta del Ebre-Columbretes, o el Mar del Empordà. O han ayudado a identificar zonas de gran interés más allá de las aguas jurisdiccionales españolas, en Argelia o el sur de Francia.

Quimera, al igual que las otras, fue equipada con el GPS y una anilla de lectura a distancia que hará que pueda ser identificada con facilidad en el mar. Como era de esperar, esta abuela de las pardelas visitó Sa Cella, donde siempre ha criado, a los pocos días de ser marcada, y sigue deambulando por las costas de Cataluña y el Levante ibérico en busca de alimento.

“Los recorridos obtenidos con estos marcajes constituyen una guía esencial a la hora de proponer y establecer nuevas zonas de protección para estas especies. Más allá de las colonias de cría, las pardelas baleares, igual que sus parientes los albatros, pasan la mayor parte de su vida en el mar, donde encuentran numerosas amenazas, entre las que destaca la captura accidental en artes de pesca”, apunta Pep Arcos, coordinador del Programa Marino de SEO/BirdLife.

Resumen de los movimiento de las aves marcadas: 7 aves han visitado colonias de cría: 1 Menorca, 1 Sa Cella (Mallorca), 3 Cabrera, 2 Tagomago.

Un mar lleno de peligros

Cada año, cientos de pardelas baleares mueren en artes de pesca en el Mediterráneo, donde las capturas se concentran durante el periodo reproductor.

El palangre demersal es el arte que presenta un mayor riesgo, según SEO/BirdLife , que trabaja activamente promoviendo la colaboración de los pescadores para evaluar adecuadamente ese problema que nadie quiere, así como para buscar soluciones que beneficien a todos. De no conseguirlo, la pardela balear mantendrá el vertiginoso declive en el que se encuentra, que le podría llevar a la extinción total en poco más de 50 años.

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